Castro es la capital y el corazón de la Isla grande de Chiloé, ubicada en la Región de los Lagos, siendo la tercera ciudad más antigua de Chile. Su ubicación, cultura e historia hacen de la ciudad un centro urbano para conocer y descubrir actividades de aspectos únicos en su tipo.
Fue el capitán Martín Ruiz de Gamboa y Avendaño quien toma posesión del archipiélago y funda la ciudad de Santiago de Castro, en febrero de 1567.
En 1788 Castro deja de ser la capital de la provincia española por causa de dos terremotos que en los años anteriores redujeron fuertemente la población de la ciudad, dejando a Ancud como capital provincial. Pero el progreso de la zona de Castro reapareció de la mano de la actividad maderera, la pesca y producción de papas, y junto a la llegada del ferrocarril, hizo que recuperara su importancia como centro del archipiélago. Para 1982 logró ser nuevamente la capital provincial. En la actualidad la Isla Grande cuenta con una población de 43.807 habitantes (2017), de los cuales alrededor del 77,7% vive en la ciudad de Castro. Tiene una infraestructura urbana preparada para abastecer a todos sus habitantes y turistas que llegan cada año a asombrarse con la magia de la zona.
Su peculiar geografía, el periodo colonial y la posterior incorporación al territorio chileno dieron lugar a una mezcla de culturas que con el paso del tiempo, formaron costumbres tradicionales y dieron una identidad propia al lugar, en relación a las del centro de Chile. Aunque es un pueblo profundamente católico, el habitante de la Isla mantiene un complejo sistema de creencias sobre el mundo mítico. Divinidades del agua y del bosque, fórmulas mágicas, brujos, chamanes y una extensa mitología chilota, conviven sin problemas con la religiosidad católica. Existen mitos que aluden a la oscura selva del interior de las islas, como el Trauco o la Fiura, o las divinidades del mar, como el Millalobo o la Pincoya. Hay también relatos de origen de las tierras como la lucha entre Tentén Vilú y Caicai Vilú en los primeros tiempos del mundo, y mitos de tránsito como el Caleuche, barco de marineros muertos, o el barquero de Tempilcahue, encargado de cruzar las almas de los muertos al otro mundo. La brujería tuvo gran arraigo en la isla hasta ya entrado el siglo XX. Los brujos llegaron a ser tan poderosos e influyentes durante el siglo XIX como el propio intendente de la Isla. Agrupados en una sociedad secreta denominada la “Recta Provincia”, conocida popularmente como la “Mayoría”, contaron con una compleja organización que fue parcialmente desmantelada durante el juicio a los brujos de Chiloé de 1880.
El lento proceso de apertura de la isla al resto del mundo que comenzó en 1826 con la incorporación de Chiloé al territorio chileno y que se aceleró a partir de la década de 1960, ha ido transformando parte de las tradiciones de sus habitantes. Los nuevos aspectos económicos y sociales, y la gran influencia de los medios de comunicación debilitaron los antiguos lazos de la comunidad, dejando un buen número de costumbres tradicionales en sitios cada vez más remotos y aislados. Otro aspecto a destacar son las iglesias de Chiloé, Patrimonio de la Humanidad, que representan un ejemplo único en América Latina de arquitectura religiosa de madera. Representan una tradición iniciada por la Misión Jesuita en los siglos XVII y XVIII, continuada y enriquecida por los franciscanos durante el siglo XIX y que aún prevalece en la actualidad. Estas sobresalientes iglesias encarnan la riqueza intangible del archipiélago de Chiloé y son testigos de una fusión exitosa de la cultura indígena y europea, la plena integración de su arquitectura en el paisaje y el ambiente, así como de los valores espirituales de las comunidades. Un conjunto de dieciséis iglesias son consideradas Monumento Histórico Nacional de Chile, y desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.