A mediados del siglo XIX comienzan a aparecer barrios de palafitos en diversos lugares de la Isla Grande de Chiloé.
A las afueras de lo que en ese entonces se consideraba como Castro, el más importante de la época es el barrio Gamboa, que cumplía no solo una función comercial, sino también de vivienda, y se comunicaba con la ciudad por medio de un puente antiguo de madera. Era posible también identificar barrios como este estilo en Ancud, Chonchi, Quemchi, Dalcahue, Quinchao, Quellón, Puqueldón y Mechuque.
La vida cotidiana dentro de estas construcciones sucedía en la cocina con su estufa a leña, con una privilegiada vista al mar. Los palafitos, a lo largo de la historia, sufrieron catástrofes naturales inmensas como terremotos, maremotos e incendios. También han tenido que enfrentarse a los cambios modernos de la arquitectura y al paso del tiempo. Todos estos factores quizás pudieron transformar parte de su magia, pero su arquitectura nunca perdió identidad ni memoria.
Gracias al trabajo de muchos referentes del estado y distintos profesionales que se han dedicado a concientizar y mantener los tradicionales palafitos, es que hoy podemos apreciarlos. Uno de ellos es el destacado arquitecto chileno Edward Rojas, fundador y director del Museo de Arte Moderno de Castro, y responsable de la restauración de cuatro de las dieciséis iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es también el arquitecto restaurador de varios hoteles en palafitos en Chiloé, entre los que se destacan Palafito 1326 Hotel Boutique y Palafito Cucao Lodge.
Distintos procesos sociales y culturales permitieron el tránsito del palafito antiguo al palafito moderno. Actualmente ya casi no existen las bodegas ni barracas, sino que podemos ver palafitos que cumplen otras funciones. El barrio Palafitos de Gamboa, uno de los pocos sobrevivientes al terremoto y maremoto de los años 60, es un gran ejemplo en donde se emplaza Palafito 1326 Hotel Boutique y Palafito Hostel, entre otros. También podemos encontrar tiendas de artesanías, cafés y restaurantes. Estas nuevas y modernas funciones permiten que los palafitos continúen siendo parte de una identidad única en Castro y sus habitantes.